A cinco horas y media de la capital, la costa guerrerense se abre como un espacio salvaje, en el que la riqueza natural de sus especies y geografías, se muestra al espectador en todo su esplendor. Atardeceres espectaculares de colores explosivos, amaneceres de inmensos soles rojos, noches de cielos absolutamente estrellados, y nubes desbordadas atravesadas por rayos, son los cambios en su transparente firmamento.

Con la llegada de la lluvia a finales del mes de junio, los parajes de sequía cambiaron a verdes selváticos y exuberantes en cuestión de días, dejando ver el poder que el agua ejerce sobre la tierra fértil.

El arribo del verdor es desde entonces acompañado por un despertar animal. Desde aquella primera lluvia del 23 de junio, que marcó el inicio de la temporada de lluvias en una de las zonas de siembra más generosas del país, es que he tenido la oportunidad de observar especies de insectos, reptiles y aves, con las que jamás había tenido contacto en su entorno natural.

El canto y vuelo de aves silvestres es un espectáculo diario. Sobre los cielos de sus campos, parvadas de pericos de pecho verde limón atraviesan los mangales. En las cortezas de algunos árboles puede apreciarse el esmerado trabajo de los pájaros carpinteros, que se dejan ver mientras martillan la madera, dejando los hondos huecos que más tarde serán sus nidos.

En las playas, a la primera oportunidad, los zanates visitan la mesa de los turistas distraídos en búsqueda de probar una comida distinta a la habitual. En el follaje de las palmeras, las calandrias, con su elegante plumaje, desgarran finos hilos para construir su hogar.

Pico del Monte. Foto por Vania González

Entre aquellos sorprendentes animales, el primer gran insecto con el que me encontré fue la tarántula dorada o del Río Balsas, una especie con un tamaño de alrededor de 13 centímetros. Su impactante visita me hizo desear conocerla más, por lo que descubrí que es una especie endémica, misma que se encuentra en peligro de extinción. La tarántula dorada cuenta con una zona de preservación en el Tarantulario de Coyuca de Benítez, que, presume de ser el talario más grande no sólo de México, sino de todo el mundo.

Además de este proyecto de conservación, Guerrero cuenta en el municipio de Marquelia con un vasto número de tortugarios, en los que los visitantes pueden aprender sobre el proceso de rescate de huevos, así como de la liberación de las tortugas marinas, y del avistamiento de cetáceos gigantes como la ballena gris, misma que visita la Costa Chica en el mes de diciembre.

Entre otras especies locales se encuentran los lagartos y garzas de las zonas de manglar, y los mapaches, onzas, gatos monteses, coyotes, víboras coralillo y de cascabel en las regiones serranas.

A pesar de que Guerrero es principalmente conocido en el ámbito turístico por destinos como Acapulco, Taxco o Ixtapa Zihuatanejo, el estado tiene en sus distintas altitudes y latitudes, parajes de gran belleza, que son principalmente conocidos solo por los pobladores locales, como es el caso de Piedra del Diablo en el poblado de El Palomar, municipio de San Marcos.

Amanecer rojo por Vania González

Piedra del Diablo

Piedra del Diablo es una caprichosa formación geológica de grandes dimensiones, una inmensa roca que ha inspirado leyendas entre las comunidades vecinas. Se cuenta que en ella fue encerrado el mismo demonio y que hay una puerta secreta que lleva hasta la entrada de su prisión.

La hidrografía de la zona de la Costa Chica cuenta con un inmenso entramado de venas de ríos. Caminando entre los pasajes del agua de temporal, todo elemento se puede volver un pretexto para el juego, y el hallazgo de un bejuco (liana) al corte de un machete, te invita a jugar a ser Tarzán.

¿Qué comer?

La gastronomía local cuenta con una amplia oferta para todos los paladares, desde aquellos que se inclinan por los platillos tradicionales como el pescado a la talla o la langosta, hasta para aquellos que se aventuran a lo ilegal para descubrir distintos tipos de texturas y sabores en la carne de animales salvajes como la iguana, el armadillo, los venados o los huevos de tortuga.

Uno de los aderezos para estos platillos es la salsa de hormiga chicatana, misma que se prepara a inicios del mes de julio, poco después de la llegada de las lluvias.

Entre los sabores dulces, puedes encontrar en Guerrero el tamal choco, hecho de masa fermentada de maíz, panela (piloncillo) y manteca de cerdo; así como el chilate, una exquisita bebida fresca hecha a base de cacao, arroz, canela y panela molidos a mano al roce del metate.

Música

No te vayas de la costa sin escuchar los chistes de Tico Mendoza, o los sones de artesa. Guerrero cuenta con sus propios huapangos, entre los cuales puedes escuchar El Zanatito, La Iguana y el Zopilotito. El espectáculo estará completo si tienes la oportunidad de ver sus pasos de baile, en el que claramente apreciarás como un zanate corteja a su pareja, a la iguana mordiéndote los pies, o al zopilote arrancando un cacho de carne de su almuerzo.

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