No se trata, como pudiera creerse, de la artimaña de una secta que busca atraer feligreses asustados. Tampoco es la última de entrega de Stephen King, maestro del horror, para provocar insomnio en la televisión de paga. Nos ponen los pelos de punta un grupo de científicos atómicos, entre ellos 13 premios Nobel, que operan un reloj simbólico llamado Doomsday Clock, o Reloj del Apocalipsis, que mide cuánto falta para el día del Juicio Final.
El concepto de Apocalipsis arrastra mala fama desde que el apóstol Juan, en el último libro del Nuevo Testamento, reveló qué tiene preparado Dios para el fin del mundo como lo conocemos. No será, dice Juan, un fin súbito, de golpe, sino que habrá señales que no podemos dejar pasar. Hay que saber interpretarlas.
La historia del reloj arranca al final de la Segunda Guerra Mundial. En la Universidad de Chicago, Estados Unidos, un grupo de científicos, impactados el bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki, se propuso alertar a la humanidad sobre el peligro de las armas nucleares. El grupo publicaba un boletín en cuya portada apareció por primera vez la imagen reloj cuyas manecillas mostraban cuánto faltaba para la medianoche cuando sobrevendría el Apocalipsis.
El reloj es un símbolo que representa cuán cerca o lejos estamos de destruir la vida en la Tierra. No hay que olvidar que después de la derrota de los nazis el mundo se enfrascó en la Guerra Fría y que Estados Unidos y la URSS comenzaron a mostrar los colmillos y echar mano a los fierros como queriendo pelear. Los fierros, en este caso, eran bombas nucleares.
La novedad es que hace apenas unos días, Rachel Branson, presidenta en turno del Boletín de Científicos Atómicos, dio a conocer la decisión de este grupo de expertos: la humanidad está a solo 100 segundos del Apocalipsis, lo más cerca que ha estado nunca en su historia.
“Al hacerlo, los miembros de la junta advierten explícitamente a los líderes y ciudadanos de todo el mundo de que la situación de seguridad internacional ahora es más peligrosa que nunca, incluso en el apogeo de la Guerra Fría”.
“La humanidad continúa afrontando dos peligros existenciales simultáneos: la guerra nuclear y el cambio climático, que se ven agravados por un multiplicador de amenazas, una guerra de información cibernética, que socava la capacidad de respuesta de la sociedad”, explican los científicos.
“La situación de seguridad internacional es grave, no solo porque existen estas amenazas, sino porque los líderes mundiales han permitido que la infraestructura política internacional para gestionarlos se erosione”.