Una de las cuestiones que más me interesan en estos momentos de mi vida es entender cómo aprendemos, cuáles son esos esquemas que se encuentran en nuestra historia de aprendizaje, cuáles son esos valores que son importantes para nosotros. Si somos conscientes de ellos. Si actuamos a partir de esos valores o no y para qué. Cómo se reinterpreta ese mirar al mundo en el presente. Cómo se transforma nuestra perspectiva e inherentemente nuestro actuar. Cómo impactan nuestros contextos para aprender. Por qué aunque haya dos personas viviendo en un mismo lugar y con condiciones similares, cada una desarrolla una forma particular de mirar.
Algunas de esas preguntas, me las hago constantemente para entender mi perspectiva y desde dónde estoy mirando. Durante mucho tiempo viví bajo determinados esquemas, uno de los que más me ha costado tiempo y esfuerzo entender y trabajar es el perfeccionismo.
Muchas veces me he puesto esas gafas que maximizan todos los errores, las expectativas, las que te hacen poner más atención en los logros que en los trayectos. En el futuro. Hacerlo me ha generado posponer o retrasar actividades que son importantes para mí, por ejemplo, escribir. También aprendí a mirar mi cuerpo desde esa óptica y por lo tanto, muchas veces lo odié porque no cumplía con ideales inventados por la maquinaria atrás de los estándares imposibles de belleza.
Esas gafas de perfeccionista también me las puse muchas veces al hablar o escribir en inglés. Le tenía miedo al error, al fracaso. Cuando en la vida no se gana o se pierde. Se aprende.
Hace unos meses escribí sobre cómo estaba aprendiendo a ser bilingüe. Ahora puedo ponerme esa etiqueta: soy bilingüe. Pero no es como que llegué a esa meta y automáticamente me puse la corona de persona bilingüe que sabe y entiende todo sobre inglés. No. No. No.
Soy una persona bilingüe, como la mayoría, que muchas veces tiene errores, que se le olvida cómo usar un tiempo gramatical, que a veces no sabe cómo se escribe una palabra. Que a veces no tiene todo el vocabulario sobre determinados temas. Tiene que explicar con muchas palabras un concepto porque no tiene todavía la palabra que necesita. Desde la autocompasión agradece cuando alguien le ayuda con la palabra que estaba buscando y trata de recordarla para futuras ocasiones. Una persona que a veces entiende más de lo que puede expresar con palabras. Es decir, alguien que entiende y ha incorporado el error como parte de la experiencia de hablar un segundo idioma.
Gracias al camino de ser bilingüe he descubierto la importancia de la atención plena. De poner toda tu atención a la otra persona cuando habla. De concentrarme en una tarea a la vez. De exponerme a la incomodidad. De aprender a tolerar la frustración. De alguna forma aprender inglés me ha hecho avanzar en mi desarrollo personal. No sólo porque puedo comunicarme en otro idioma y todos los beneficios que con ello viene, sino que me ha abierto una nueva perspectiva de cómo mirar el mundo. Me he vuelto más flexible. Más tolerante. Más compasiva y autocompasiva. Juzgo menos a las personas. Soy más paciente. Me enfoco más en lo que voy aprendiendo con los errores, los tengo en cuenta y trato y trato de resarcir en cada momento. A veces vuelvo a fallar con lo mismo. Pero trato y trato otra vez.
Sin obviar que el inglés es la lengua hegemónica que se nos ha impuesto aprender, he aprendido a resignificar y darle un sentido más valioso para mí. Un sentido que antes no tenía. Sólo me había impuesto la meta de aprender inglés desde la vergüenza de no hablarlo.
Todavía quiero seguir aprendiendo mucho más inglés. Uno nunca acaba de saberlo todo. Las lenguas están vivas. Nunca se dominan por completo. Día a día aprendo nuevas palabras o formas de decir algo. Antes me sentía incómoda cuando me equivocaba, todavía me pasa, o me desespero porque no soy más rápida hablando o enfática como lo soy en español, pero también ahora disfruto el error. El error es también creativo. Divertido. Y cuando no es divertido, sólo recuerdo que el malestar y la incomodidad son partes esenciales de la vida y continúo intentándolo pese a la estampida de pensamientos que pueden venir.