El otro día el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, realizó una gira de trabajo por el estado de Sinaloa, que incluyó una escala en la comunidad de Badiraguato para supervisar avances de una carretera local.
Se trata de un paraje bucólico ubicado a las faldas de la Sierra Madre Occidental. Una tierra por demás fértil donde cualquier cultivo se da con pasmosa facilidad, incluida la bella flor de la amapola.
No es extraño ver circulando por los caminos de terracería de la zona grandes camionetas de lujo, muchas de ellas blindadas por lo que pudiera ofrecerse, y también encontrar enclavadas en las lomas bajas enormes residencias que podrían estar en Tecamachalco o en San Pedro Garza García, pero no, están Badiraguato.
La señora María Consuelo Loera, mamá de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, tiene una de esas camionetas y una de esas residencias. A bordo de una camioneta blanca se acercó a la comitiva presidencial y saludó al presidente, con quien por cierto se tutea. Se dieron un fuerte apretón de manos ante los fotógrafos a pesar de las restricciones vigentes de la sana distancia que para ciertos casos no opera.
La historia del narcotráfico en México como industria criminal tiene su capítulo inicial precisamente en esa zona en Sinaloa. Lo que se dice por allá es que, a principios del siglo XX, grupos de migrantes chinos comenzaron a cultivar en sus cerros la adormidera, base del opio al que muchos de ellos eran adictos. Durante la Segunda Guerra Mundial y ante la necesidad imperiosa de Estados Unidos de tener acceso a la morfina para calmar los dolores de sus soldados heridos en combate, el propio Tío Sam promovió, previo acuerdo con el gobierno mexicano, el crecimiento exponencial de sembradíos de amapola en esa zona.
Era un negocio discreto pero legal. La guerra terminó en 1945, pero el sembradío de droga no paró. De hecho, se multiplicó y se transformó en la actividad ilícita más rentable y ahí sigue hasta nuestros días. Los lugareños aprendieron el oficio. Les agarraron el gusto a las ganancias y se metieron de lleno. Con el tiempo crearon varias de las organizaciones criminales más grandes del mundo dedicadas al trasiego de drogas, no solo de los derivados de la amapola, sino también la mariguana, que por ahí también se siembra y la cocaína que traen de Sudamérica
No es casual que todos los grandes capos de la etapa de expansión acelerada del tráfico de droga del país sean nativos de la zona. Dicen los mayores que el primer capo oriundo de la región fue un tal Pedro Avilés, que tuvo buen ojo para elegir a varios chamacos del pueblo con posibilidades de destacar en el negocio. comenzando por Miguel Ángel Félix Gallardo, el Güero Palma Ernesto Fonseca, Rafael Caro Quintero, los hermanos Arellano Félix, los hermanos Beltrán Leyva, Amado Carrillo y claro El Chapo Guzmán y el Mayo Zambada.
Todos ellos personajes de narco corridos, narco series de Netflix que tanto rating tienen y que muchos están viendo esta cuarentena. En una palabra, son las figuras del narco cultura. De la lista anterior solo Caro Quintero y el Mayo siguen en activo. Ambos ya son adultos mayores, o como dicen ahora, población de riesgo de contraer el coronavirus. El negocio pasó a sus hijos y en algunos casos a los nietos, pero todos siguen pasando largas temporadas en sus casitas de Badiraguato.