La migración es uno de los fenómenos sociales más importantes de nuestros días. No ha recibido por parte de los ciudadanos  la  atención  que merece.  México, por su ubicación geográfica, es escenario donde se desarrolla el drama de miles de centroamericanos, hombres, mujeres y niños, familias completas, que han dejado sus países de origen, sobre todo Honduras, El Salvador, Guatemala y Cuba para intentar llegar a los Estados Unidos a través de México. Las imágenes de cientos de personas corriendo por el Río Suchiate para llegar a México no dejan  a nadie indiferente.

La histórica migración hormiga, grupos pequeños que usan para cruzar de Guatemala hacia México las mismas rutas usadas desde los mayas, hoy han sido sustituidas por las llamadas caravanas migrantes en las que miles de personas tratan de cruzar por la fuerza  para hacer el trayecto juntas por los caminos de México para tocar las puertas de Estados Unidos. Las puertas allá están cerradas. Sólo de abren de vez en cuando para dejar pasar a una docena de personas mientras cientos de miles se quedan esperando.

Muchos expertos dicen que el tema de las caravanas migrantes, debe considerarse un éxodo del Siglo XXI y tiene mano negra. Sostienen que en realidad son contingentes patrocinados por el gobierno de Estados Unidos con fines electorales, para justificar medidas como la construcción del muro en la frontera con México. De la Casa Blanca se puede esperar cualquier cosa. Los gobiernos de los países expulsores duermen en sus laureles, hacen como que están preocupados pero en realidad están aliviados de que México pague los platos rotos.

México quedó atrapado entre la presión de los migrantes y las exigencias y amenazas de Trump de detenerlos. No hay que olvidar que el año pasado amagó con imponer aranceles extraordinarios a los productos mexicanos si el gobierno de AMLO no era capaz de poner un alto a las caravanas. La 4T tomó nota. Le dio esa delicada tarea a la Guardia Nacional. Tal vez desde la CDMX  no se percibe con claridad, pero la migración cambia, para mal, las vidas de las localidades fronterizas, las de Chiapas y Tabasco, pero también, en la frontera norte, en ciudades de Baja California, Chihuahua, Tamaulipas.

La política del país sobre este fenómeno dio un viraje de 180 grados en el último año. Lo que ahora quiere México es un tránsito ordenado, incluso documentado. Los que en lugar de tocar la puerta se quiera saltar las trancas serán detenidos por la Guardia Nacional y regresaros a su país de origen. El éxodo migrante no está en vías de resolverse, sino de empeorar.