¿Alguna vez te has preguntado hacia dónde apunta la flecha de la Diana Cazadora en Paseo de la Reforma?

Más de uno dirá que hacia el norte, que hacia las estrellas o al centro de la ciudad… pero ¿te has dado cuenta que, en realidad, la bella mujer de bronce no porta ninguna flecha?

En alguna época esta pregunta era muy usada para timar a los capitalinos más despistados. Y es que, aunque sea uno de los monumentos más emblemáticos sobre la avenida principal de la ciudad, la mayoría minimizamos esos pequeños detalles urbanos.  

¿Qué le pasó a la flecha?  Versiones periodísticas apuntan a que se la robaron en 1943, poco después de que originalmente fuera inaugurada en la glorieta de los Leones, en la entrada del  Bosque de Chapultepec en 1942.

Postal de la escultura en su ubicación original, a la altura de la Puerta de los Leones, una de las entradas al Bosque de Chapultepec, en Paseo de la Reforma y Lieja.  Aquí aún conserva la flecha.  Crédito: Colección Carlos Villasana

Sin embargo, desde hace unas semanas, a unos metros de la glorieta de Reforma donde ahora se ubica apareció una flecha que pretende sustituirla. 

En una suerte de homenaje a la conocida escultura, el recién reinaugurado Salón Corona, al lado del cine Diana, clavó una en su fachada.  “La flecha de la Diana Cazadora.  Se creía perdida y sólo estaba escondida, reservando su buena suerte a quien su deseo aquí pida”. Así reza la leyenda de la placa que acompaña a esta curiosidad urbana que había empezado a llamar la atención de los transeúntes que, hasta antes de la crisis sanitaria, caminaban por esa acera.    

Dicen los expertos en patrimonio histórico que el valor de los monumentos en un espacio urbano se construye a partir del significado que con el paso del tiempo le otorgan los habitantes de un país o una ciudad. Y el de la Diana Cazadora se ha consolidado a lo largo de 70 años, un trayecto en el que ha despertado todo tipo de pasiones, injurias,  reivindicaciones y reapropiaciones, como la que recientemente hizo el movimiento feminista al teñirla de rojo o lo que ahora hace esta famosa cervecería.

Bautizada originalmente como  “Flechadora de las Estrellas del Norte”, la escultura de dos toneladas de peso y tres metros de alto fue elaborada por el escultor Juan Fernando Olaguíbel para engalanar la fuente diseñada por el arquitecto Vicente Mendiola Quezada.  Inaugurada el 10 de octubre de 1942 por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, la escultura y  su fuente fueron instaladas en la entrada del Bosque de Chapultepec como parte de un programa de embellecimiento de la ciudad.

Desde que la diosa de la caza llegó al Bosque atrajo todo tipo de miradas. Su cuerpo desnudo pronto despertó la indignación de un sector ultraconservador que consideraba que sus proporciones anatómicas eran “demasiado provocativas y desquiciadoras”, por lo que presionaron para que se le pusiera un calzón que tapara sus “indecencias”, según relata el cronista  Jorge Zúñiga Campos en su libro Señora Evocación (2009). Aquella afrenta de la Liga Mexicana de la Decencia, que tenía entre sus seguidores a la entonces primera dama, Soledad Orozco de Ávila Camacho, logró que durante 25 años la mujer de bronce vistiera un taparrabo.  

El escultor fue obligado a ponerle un taparrabo a la Diana. Así lució más de 25 años. Imagen de la pieza en la entrada del Bosque de Chapultepec.Crédito: Colección Carlos Villasana

En 1967, cuando por fin las autoridades capitalinas aceptaron desvestirla, la pieza fue bajada de su pedestal y llevada al taller para retirarle el taparrabo pero se dañó.  La que volvió ya no era la misma. De acuerdo con Zúñiga Campos, el escultor vendió la pieza original al entonces regente de la ciudad, el general Alfonso Corona del Rosal; a la ciudad le entregó una réplica. La primera aún sobrevive y se puede apreciar en una glorieta de  Ixmiquilpan, Hidalgo.

Pocos años después volvió a ser resguardada debido a la construcción del Circuito Interior y en 1976 reapareció en el parque Ariel, a un costado de la actual Torre Mayor. Ahí estuvo escondida hasta que en 1992 fue trasladada a Reforma y Río Mississippi.

La escultura en el parque Ariel. Ahí fue condenada al olvido durante años. Crédito: Colección Carlos Villasana.

Esta última maniobra buscaba rescatarla del olvido, pero no fue bien recibida por todos. En su libro En defensa del Paseo de la Reforma (1997), el reconocido historiador y  diplomático Silvio Zavala señala que aquel traslado había sido una afrenta a la memoria de la ciudad y con ello las autoridades habían convertido a la hija de Júpiter en la “reina del asfalto y de los vehículos del Paseo”. “Su arco apunta ahora hacia los altos edificios del contorno, o con leve giro, a la columna que sostiene la Victoria o el Ángel de la Independencia, aunque a media altura; porque expertos y profanos observan que la estatua ha quedado fuera de escala, reducida a una miniatura, no solo con respecto a la desproporcionada base sobre la cual se levanta, sino también ante la elevación de los mencionados edificios que rodean a la glorieta en la que ha sido implantada”, criticó.

 “Algunos llaman a la estatua ‘Flechadora de las Estrellas del Norte’”. Bien pueden advertir que su flecha nunca atravesará el cuerpo de los edificios del contorno”, escribió entonces este historiador, Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales 1993.

Y aunque su flecha no ha atravesado ninguno de esos gigantes de concreto, la Diana se ha ganado su lugar en Paseo de la Reforma. Prueba de ello es el guiño de la flecha clavada en la pared de esta conocida cervecería.