La pandemia por coronavirus nos jodió a todos. Miles de personas alrededor del mundo perdieron familiares, amigos y sus trabajos. Otros millones tienen sus sueños en pausa o cancelados. Quebraron pequeñas y medianas empresas, se cancelaron viajes, bodas, cumpleaños y cualquier tipo de fiesta. Miles de proyectos culturales, artísticos e independientes están tratando de sobrevivir. Estamos paralizados.
Los especialistas alertan de depresión, ansiedad y estrés por las condiciones económicas y sociales que está dejando y que dejará el coronavirus.
Cuanto todo esto pase queremos ser optimistas y pronosticar un cambio. Aunque muy por dentro sabemos que en el fondo las cosas no van a cambiar. Queremos volver a salir, abrazar y estar juntos como solíamos estar. El distanciamiento social es necesario ahora, fundamental para sobrevivir. Pero somos seres sociales por naturaleza, deseamos reunirnos otra vez en las escuelas, en el trabajo, en el parque, en las fiestas, en los conciertos, en restaurantes… en familia y con amigos. Nuestras redes sociales y afectivas son fundamentales para estar bien. Son parte de nosotros.
Mi historia y Tripulante MX
En enero perdí mi trabajo de más de 8 años en un periódico nacional de forma totalmente injusta. No luché ante tribunales y acepté mucho menos de lo que me correspondía, ahora lo agradezco porque sino estaría esperando un juicio, porque tenía un nuevo proyecto periodístico, Tripulante MX, y desde hace tiempo quería salir de ahí. Aprendí y crecí mucho en esa redacción pero estaba estancada. Aunado a que desde hace un par de años hubieron cambios y movimientos que tensaron un ambiente antes tranquilo y de compañerismo.
El día que cerré el trato con Recursos Humanos salí sonriente y optimista. Feliz. Pensé “este será un gran año”. Me gustan los cambios y los retos. El movimiento. Al día siguiente estrené en colaboración con otros periodistas Tripulante MX. Empezamos la ardua tarea de presentarnos ante lectores, fuentes, marcas y otros medios. Hemos estado creciendo desde entonces, desde el inicio cubrimos festivales, aperturas de restaurantes, conferencias de prensa, eventos y anuncios importantes.
En febrero viajé a Estados Unidos, conocí personas y lugares increíbles; junto con Ryan LaBonte, miembro también de Tripulante Mx, posicionamos el proyecto bilingüe allá, conseguimos más colaboradores y alianzas. Regresamos motivados y con nuestros objetivos y metas más claras.
Afortunadamente también volvimos antes de que se desatara la pandemia en América. Unas semanas después todo estaba paralizado. Estuvimos aislados por el viaje y realizando estrategias para pasar todo esto.
Las primeras semanas intenté hacer ejercicio, leer, escribir, trabajar, ver series y películas, preparar nuevas recetas, entretener a los perros y hablar, hablar mucho. Funcionó. Aunque había días en los que me costaba más trabajo ser constante, hacer todo. Conforme fueron pasando las semanas había unos días que no quería hacer nada. Me ponía catastrofista y ansiosa. La mariguana me ayudó mucho a relajarme. En serio urge su legalización.
Estuve rodeada los dos primeros meses por mi roomie, mi novio y mis dos perros. La pasamos muy bien. Nos acoplamos intentando dar a cada uno su espacio, dividirnos las tareas y hablar, eso fue lo que más hicimos. Hablar de cómo nos sentíamos, de lo que pensábamos. Hablar es terapeútico y fundamental en esta cuarentena.
Jilotepec
En la Ciudad de México los casos por coronavirus iban (siguen) en aumento. Mi novio y yo decidimos, luego de estar encerrados por más de dos meses, viajar a mi pueblo natal donde vive mi familia. Mis papás tienen una casa de campo frente a una presa. Es un paraíso. Hay un huerto,un pequeño bosquecito, podemos salir a caminar porque no hay vecinos cercanos. Ayudamos en las labores de mantenimiento y limpieza de la casa y el jardín. Hay mucho trabajo físico que hacer. Pintamos, regamos árboles, plantas, hortalizas, movemos y acomodamos cosas.
Las primeras semanas fue un reacomodo para mis papás, acostumbrados a vivir solos, aunque ellos nos ofrecieron el espacio les costó trabajo adaptarnos a su rutina y estilo de vida. Tuvimos que hablar mucho. Ahora todo va bien. Mis perros aman a mi mamá. Hay días de trabajo pero también de juegos, risas, vinitos y cervecitas por la noche.
Escribo con una vista maravillosa. Me siento privilegiada de estar en un lugar seguro, con mi familia, alejada de todo. Pienso muchísimo en las personas que tienen que convivir con familiares violentos, en espacios reducidos, hacinados, extrañando a sus seres queridos. Enfrentando el Covid-19.
El trabajo me ha ayudado a desconectarme de todo. Pero de repente llega una oleada fuerte de preocupación e incertidumbre. He tenido días donde me cuesta trabajo levantarme, lloro sin tener una razón en específico.
Me siento culpable cuando me deprimo. Cuando vienen a mí las preguntas que se sienten en el pecho y no dejan respirar: ¿Todo esto para qué? ¿Cuál es el sentido? ¿Y luego qué? Respiro. Respiro mucho. Lloro. Me enojo conmigo.
Al día siguiente trato de racionalizar todo. De buscarme. Me acuerdo del absurdo de la vida. De enfocarme en todo el amor que tengo alrededor, en mis perros, en las montañas a lo lejos, el agua, los árboles y las flores. Me reconcilió. La incertidumbre se apodera de todos. La depresión nos golpea a todos en esta jodida cuarentena. Es inevitable.
Es difícil mantener el optimismo cuando ves perder a otras personas su familia, sus trabajos, sus proyectos, sus esfuerzos. Su vida. Un apreciado ex compañero de trabajo falleció a causa del coronavirus hace una semana. Pienso mucho en él. La culpa vuelve a mí. Porque estoy sana y segura. Porque me siento privilegiada, porque no sé cómo ayudar. No sé qué hacer más que quedarme en casa y seguir con Tripulante Mx mientras esto pasa.
¿Cuál ha sido tu experiencia en esta cuarentena?