1917, la película del director británico Sam Mendes sobre un episodio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) irrumpió en los espacios principales de los medios internacionales la noche del 5 de enero cuando ganó el Globo de Oro a la mejor película. Dejó en el camino a las favoritas como Joker, El Irlandés o Érase una vez en Hollywood.
Su triunfo fue una sorpresa. Para entonces pocas personas la habían visto. Una vez que la gente la vio, la sorpresa se desvaneció y fue claro para todos que es una de las mejores películas del año pasado y también un clásico instantáneo del cine bélico.
Alfred Mendes, un escritor antillano, solía contarles historias de la Gran Guerra a sus nietos. Uno de ellos, Sam, las atesoró. Cuando creció y se convirtió en cineasta hizo una película sobre esos recuerdos, el resultado es 1917. La anécdota del filme es sencilla. En la etapa de la guerra de trincheras entre alemanes y británicos sobre territorio francés, dos jóvenes ingleses son elegidos para una misión suicida: llevar un mensaje para evitar que cientos de soldados británicos caigan en una trampa tendida por los alemanes.
La película narra el viaje de los dos soldados y un acompañante que los sigue de cerca, casi en su nuca, la cámara de Roger Deakins, que tiene un desempeño deslumbrante. Es el rasgo distinto del filme, lo que lo coloca en otro nivel. Desde el principio, la idea fue verla en pantalla Imax. La forma de filmarlo, a través de lo que parece ser un solo plano secuencia, hace que el espectador tenga una experiencia de alto impacto incluso sin reparar en los aspectos técnicos y limitándose a disfrutar el resultado.
Sam Mendes es un director experimentado que tiene una larga carrera con ciertos altibajos, desde American Beauty (1999) por la que recibió el Oscar a mejor director, hasta dos filmes de la saga James Bond que ayudaron a ponerle varios ceros a sus cuentas bancarias. 1917 llega a la entrega del Oscar como una de las favoritas. Si gana el 8 de febrero no será una sorpresa.