Una pregunta recorre de manera transversal la industria editorial a nivel mundial: ¿La generación Millennial le dará los santos oleos al libro impreso por preferir el libro electrónico?
¿Te gustan los libros impresos? ¿Cuántos tienes en casa? ¿Los coleccionas, los ordenas por tema o por autor? ¿Te gustan los libros como objetos, te gusta verlos, tocarlos, que sean parte de la decoración ¿Te sientes cómodo rodeado de libros? ¿Probaste los libros digitales y regresaste a los impresos? ¿Relacionas los libros impresos con la casa de tus padres o abuelos, porque tu biblioteca personal cabe en una tableta?
El dilema de las plataformas tiene más de diez años. Los directivos de las grandes editoriales del mundo pensaban que los días de los libros impresos estaban contados. Auguraban que, para estas alturas, el 2020, los impresos pasarían a la historia para ser objetos que se encuentran solo en las tiendas de antigüedades, pero no.
El libro impreso ha resisto de manera gallarda. El papel es más fuerte de lo que todos pensaban y su relación con la gente mucho más entrañable. Eso sí, el libro impreso resiste, pero no da señales de repuntar. El libro electrónico sigue avanzando, pero está lejos de desplazar del mercado a los impresos. Los seguidores del E-book dicen que lo prefieren porque es ligero, ideal para trayectos, para vuelos o para leer en el metro, las baterías tienen larga vida, se puede ajustar el tamaño de letra y lo puedes comprar en cuestión de minutos en la tienda en línea, siempre y cuando tengas una tarjeta de crédito.
El resultado del pulso está decidido, lo que no queda claro son las fechas. En los mercados más fuertes, como Estados Unidos, el libro electrónico domina ya un 25 por ciento del mercado, que es mucho pero no suficiente. Su ventaja principal es el precio. Cuesta a veces la mitad o una tercera parte que los impresos. Además, de que un dispositivo electrónico puede almacenar docenas de libros sin tener que ir cargándolos por la vida.
Dicen los que saben que la fuerza del libro impreso es la experiencia lectora en sí misma, el gusto que genera en los lectores tener un libro entre las manos y no una tableta. Todavía da prestigio social caminar con un libro bajo el brazo o leerlo en un café o en casa tomando té. Hay un dato curioso, los lectores de libros impresos son quienes leen más libros electrónicos en sus vacaciones. O sea que por comodidad cambian temporalmente la plataforma, pero en casa leen impresos. Puede decirse que para un amplio sector el impreso y el electrónico son complementarios no antagónicos. Un aliado natural del libro impreso son los editores, que ganan mucho más y se pertrechan ante el empuje de los gigantes de la tecnología que son los nuevos dueños del mundo.
Al libro electrónico le ha salido un muy fuerte competidor inesperado: el audiolibro que en Estados Unidos crece a un ritmo vertiginoso de 20 por ciento anual. A la gente le gusta escuchar la voz de los autores o de personas famosos leyendo libros de autores clásicos. Leí que Michell Obama tardó una semana completa grabando el audio de su “Mi Historia” que por cierto le ha dado muy jugosas ganancias. Es muy probable, dicen los expertos, que el audio libro apague el fuego del libro electrónico y sea el verdadero desafío para el impreso. El audio libro ofrece una nueva experiencia sensorial a quien lo consume. Para mucha gente es más fácil escuchar que leer, lo cual es cierto, pues el oído en un sentido humano y la lectura es una habilidad que se adquiere con estudio.
El narrador Mario Vargas Llosa vaticinó que el libro impreso sobrevivirá de manera indefinida como un placer casi clandestino, para un grupo minoritario, pudiente. De esta forma cada obra literaria “será más rigurosa y más profunda y atraerá vocaciones más intensas.
Se dice poco, pero los autores reciben más regalías por el libro digital que por libro impreso, una diferencia de 5 al 25 por ciento, que es enorme. A juicio de Humberto Eco, “los nuevos medios de expresión que han surgido a lo largo de la historia no han matado a los anteriores”. Así, ni el cine terminó con el teatro ni la televisión obligó a desaparecer a la radio, el libro electrónico no acabará con el impreso, aunque tal vez sí lo arrincone.