Los no muertos de James Nuño debe ser la novela más actual de la literatura mexicana en imaginar un escenario apocalíptico provocado por una emergencia sanitaria similar a la que tiene al mundo en crisis este 2020. Una enfermedad viral que afecta el sistema respiratorio, calles desiertas, negocios cerrados y hospitales abarrotados, son algunas de las coincidencias inquietantes entre lo que Nuño imaginó y lo que en realidad está sucediendo. Sin embargo, quizás lo que mejor anticipó el autor fue que la contingencia serviría como punto de ruptura para cuestionar eso a lo que llamamos normalidad.
Como cada lunes por la tarde, un grupo de amigos se reúnen en el mismo bar de Guadalajara para tomar algunas cervezas y ponerse al día. Algo raro está sucediendo en la ciudad y lo único que saben hasta el momento es que algunas personas se están ausentando en las oficinas tras reportarse enfermas y que hay noticias de muertes misteriosas. La gente habla de asuntos sobrenaturales o de un complot internacional, donde el crimen organizado está inmiscuido. Aunque el ambiente es tenso y la ciudad parece sumirse en una oscuridad densa e inusual, ninguno de los amigos sospecha al decir adiós que para verse el siguiente lunes tendrán que sobrevivir a uno de los escenarios más caóticos y convulsos de sus vidas.
En el terreno personal, la novela de Nuño explora la forma en que un estado de emergencia trastoca el día a día y pone a prueba nuestros límites, obligándonos a mirar en perspectiva nuestro pasado y a revalorar nuestros anhelos. En mitad de la epidemia, un oficinista antisocial arriesga su vida con tal de agradarle a su jefe; un periodista desencantado y agobiado por los dolores del mundo pierde la brújula al involucrarse afectivamente con una mujer a la que se acercó por interés profesional; una pareja, sumergida en el tedio de la rutina, pondrá a prueba el sentido de su relación cuando la muerte aceche; una pintora rememora su vida, su libertad, su sexualidad y su obra artística desde la camilla del hospital.
El cruce de estas vidas, a la luz de un periodo de emergencia sin precedentes, compone la trama de Los no muertos, una novela anclada en la tradición zombi sobre cómo la monotonía y los anhelos frustrados, de la mano de la incertidumbre y la violencia, nos convierten un poco en muertos vivientes y sobre cómo son estos eventos extraordinarios los que, en el mejor de los casos, nos ayudan a caer en cuenta.
A principios de este fatídico 2020, tras meses de protestas contra un gobierno miope, violento y criminal en Chile, algunos se preguntaban por el regreso a la normalidad; la normalidad era el problema, respondían otros. En Los no muertos, la normalidad que antecede a la epidemia es la de una ciudad de Guadalajara lastimada por el crimen. Por eso, cuando una nueva amenaza se avecina, a nadie le sorprendería que los cárteles de la droga estuvieran inmiscuidos, en contubernio con el gobierno y organizaciones internacionales. Por eso también, las personas armadas ya no sorprenden demasiado y nadie se acerca a ayudar a una persona tirada en la calle a plena luz del día. Y por eso mismo, los personajes constantemente caen en la cuenta de que eso que está pasando, sea lo que sea, ya sucedía en menor escala antes de que la nueva enfermedad llegara.
En su novela, Nuño permite que confluyan todos los escenarios producidos por la imaginación desbordada ante la falta de información oficial, desde complots internacionales donde el narco y el gobierno están inmiscuidos en contubernio, hasta cuerpos que se levantan de sus tumbas. El resultado es un relato de tintes fantásticos con comentarios sociales afilados, en el que, en sus mejores momentos, se ilumina lo más oscuro de nuestros temores, ansiedades, angustias y aspiraciones, personales y colectivas.
Los personajes de Nuño están llenos de dudas, desde las más cotidianas hasta las más fundamentales: ¿Debería confiar en mi compañero de trabajo? ¿Mi pareja me quiere todavía? ¿Ha valido la pena la vida que elegí? ¿Valdría la pena sobrevivir? ¿Me pongo a salvo o me arriesgo ayudando a los demás?
Si en algo tropieza Nuño es en excederse con respuestas por momentos moralizantes a esas y otras preguntas, pues con ello va dejando poco margen al lector para participar con su experiencia emocional y para sacar conclusiones propias de un relato lleno de momentos que se antojan polémicos.
Más allá de eso, la novela de Nuño encara la necesidad de cuestionar nuestro anhelado regreso al curso normal de nuestras vidas. Sin duda, un cuestionamiento de extrema urgencia, pues, si lo pensamos bien, nadie debería anhelar el regreso a una normalidad en donde la crisis humanitaria y ambiental ya reinaban.