“No puedes verte a ti mismo. Sabes el aspecto que tienes por espejos y fotografías, pero andando por el mundo, cuando te mueves entre la gente, ya sean amigos, desconocidos o los seres que más quieres íntimamente, tu propio rostro resulta invisible para ti…
Todos somos extraños para nosotros mismos, y si tenemos alguna sensación de quiénes somos, es sólo porque vivimos dentro de la mirada de los demás”. Paul Auster
No comprendo la belleza física cuando trato de analizarla y entenderla. Llevo años pensando en qué significa, cuáles son sus valores, cómo se asume, qué es, quiénes la poseen, por qué importa.
Cuando pienso en mi belleza física tengo sentimientos encontrados, culpa, frustración; me siento banal, superficial, tonta e ignorante.
Todos, pero principalmente las mujeres, crecemos con modelos, estereotipos e ideales de belleza que son una mezcla inherente entre lo que absorbemos de las industrias culturales, cine, televisión, revistas e internet, de nuestro contexto social y familiar, nuestra percepción y gustos. Es un entramado mucho más complejo que sólo señalar una industria o un sistema específico.
Nos encanta repetirnos hasta el cansancio que la apariencia física no importa, lo repetimos como un mantra para ocultar las relaciones que se establecen tanto en los ámbitos sociales como psicológicos. No puede haber un análisis ni un cambio si sólo creemos que es un problema superficial.
La relación que establecemos con nuestros cuerpos importa. No podemos negarla o pretender sólo destruir los cánones e ideales de belleza; tenemos que nombrarlos, desmenuzarlos, analizarlos y criticarlos. Sobre todo cuando hay miles de personas sintiéndose oprimidas por ellos.
Desde la niñez he padecido un trastorno dismórfico corporal, es decir, he tenido una preocupación obsesiva por mis características físicas. En determinados periodos ha sido más leve y en otros ha aumentado de grado. Afortunadamente nunca he llegado a desarrollar desórdenes alimenticios o ideas suicidas, pero sí me ha llevado a niveles de angustia, ansiedad y depresión. Han sido difíciles de controlar y me han causado problemas en mis relaciones personales y en la percepción que tengo de mí misma.
Trabajarlo en terapia, primero psicoanalítica y luego cognitivo-conductual, me ha ayudado a avanzar y desenredar mis propias estructuras mentales para intentar entender por qué la apariencia física es un tema relevante para mí sin tratar de denigrarme y creer que soy estúpida.
El año pasado tuve una recaída fuerte y dolorosa. Hubo por momentos en los que creía que todas las personas eran hermosas a su estilo (todavía lo creo), pero yo no. Yo me veía al espejo y maximizaba cada característica llamada como negativa, aunque no necesariamente es negativa, sólo es distinta a lo que hemos considerado como normado, por ejemplo, estrías, arrugas, flacidez, celulitus.
Al principio intenté hablar con personas cercanas de cómo me sentía. Hubieron personas muy comprensivas y otras que no. Recibí comentarios minimizando mis sentimientos. Me llamaron y me hicieron sentir exagerada, traumada, banal y hasta ridícula. Corrí a terapia. A veces tenemos que entender que aunque las personas nos quieran mucho, no pueden ser completamente empáticas. Está bien. Pero tienes que buscar ayuda profesional.
Percibir nuestra belleza y peor aun calificarla a partir de ciertos estándares es un tema complejo, ¿soy guapa? ¿Soy fea? ¿Qué significa si soy guapa? ¿Qué significa si soy fea? ¿Por qué rechazo partes de mi cuerpo? ¿Sería más feliz si realmente no tuviera los rasgos físicos que me molestan? ¿Por qué me molestan esos rasgos físicos y no otros?
Algunos trastornos se mantienen durante largos periodos de tiempo y otros van y vienen como olas. Alcanzan puntos máximos y luego disminuyen. Sin embargo, para progresar tienes que obligarte a cuestionar desde por qué estás haciendo ejercicio, por qué te importa la aprobación de otros, en qué momentos se incrementa, cuál es el ideal que te construiste.
Luego poco a poco va bajando tu ansiedad y angustia sobre ello. No desaparece, pero se vuelve mucho más funcional. El feminismo me enseñó muchísimo para entender cómo el sistema oprime a las mujeres por su relación con la belleza. Me dio un soporte teórico y de acción para trabajarlo personalmente.
¿Cuál es la forma más saludable de establecer una relación con tu cuerpo? Verte de forma completa. No por partes. Eres un todo. No se si alguna vez pueda entender realmente la belleza. Pero me encanta cuestionarla. Defiendo el derecho de que todos los cuerpos sean representados en las industrias culturales. Que cada vez haya más personas de diversos colores, formas, tamaños, texturas. Ese es un primer paso. No ignoro que al final las industrias se ajustan para vender más. Tampoco soy ilusa. Pero la representación ayuda a avanzar en la forma en cómo nos percibimos.
Los cánones e ideales de belleza cambian. Se ajustan. Nunca debe existir un canon hegemónico. Las experiencias corporales importan, no son superficiales o banales. Esa idea pretenciosa de que a las personas inteligentes no les importa su cuerpo es falsa. El cuerpo y la mente están unidos inherentemente.
¿Qué es bello? ¿Qué es feo? ¿Quiénes lo definen¿ ¿A quiénes oprime? ¿Por qué es un sistema de valor para calificar sobre todo los cuerpos de las mujeres?
Una persona que amo y me ama me dijo: “ya es suficiente con que el sistema te joda y oprima, para que tú también lo hagas. Recuerda eres hermosa porque eres única, todo lo demás es bullshit“.