El maestro Pablo Serrano vive en Iztapalapa, en la Ciudad de México, y no conoce el mar. 

“No es por dinero, porque gracias a Dios tenemos techo, comida y qué vestir”, agrega el hombre de 25 años que estudió en la Normal de Maestros.

Considerado uno de los mejores estudiantes de su generación, Pablo confiesa haber desairado algunas oportunidades de viajar y conocer el mar.

Recuerda que un amigo en la preparatoria le ofreció un viaje todo pagado a Cancún como pago por haberlo ayudado a la realización de su tesis. No lo aceptó.  “Tenía otras cosas en mente”.

Revela que en esa época su prioridad era asistir a bailes, cabalgatas y charreadas. Pablo es amante de los caballos. Ha tenido cinco, el último se llama Romeo, está recibiendo adiestramiento a la Alta escuela.

—¿Es caro pagar por eso?—se le pregunta.

—Un dineral—responde Pablo casi al mismo tiempo que comienza hacer cuentas en la mente.

“Pago mil 500 a la quincena para que le enseñen a bailar, además de que le tengo que dar de comer: unos 3 mil 500 pesos quincenales y la pensión que son 20 mil mensuales”, menciona orgulloso.

—Entonces, ¿por qué no va al mar?

—No hay tiempo.

—¿Es su sueño?

—Hay otras cosas más importantes que los sueños: trabajar, los niños no se pueden quedar sin educación. Y tengo que atender a mis caballos, si no se me mueren.

—Su familia (su esposa y dos hijas de 5 y 2 años), ¿conoce el mar?

—No, algún día lo hará. Tal vez en familia, pero después, ahora hay otras prioridades.

El caso del maestro de primaria Pablo no es el único, el 40 por ciento de los mexicanos no conoce el mar. Y no necesariamente por falta de recursos, sino por tiempo; les absorbe el trabajo o escuela.

El físico que no conocía el mar 

Hasta hace unos años, uno de los casos más llamativos era el del genio mexicano de la física, Cristóbal Miguel García Jaimes.

El joven ha ganado decenas de premios y dictado muchas conferencias; no obstante él mismo admitió que nunca se había metido al mar.

Seguramente es porque su tiempo lo ocupaba en crear el mini acelerador de partículas más barato del mundo (1,000 pesos) que construyó.