Tendremos el futuro que nos hayamos merecido”,

Albert Einstein

El futuro nos ha alcanzado y parece decepcionante para aquellos que esperaban con ilusión las promesas hechas por la ciencia ficción, ferias mundiales, visionarios, profetas y hasta fatalistas.

Según Edward Cornish, en su libro Futuring: The exploration of the future, el mundo del futuro se desarrolla a partir del presente, por tanto, no es de extrañar que soñadores concibieran el futuro desde las obsesiones de su tiempo pero esta idea no siempre fue así, para pensadores de siglos anteriores, el futuro debía entenderse desde tiempos mejores.

El futuro es parte del pasado

El primer científico futurista del que se tiene registro proviene de la Francia del siglo XVIII. El marqués Nicolás de Condorcet (Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat) creía que se podía conocer el futuro a partir de una comprensión del pasado, en especial, el progreso.

El tiempo demostró que la proyección del futuro desde el pasado no era una idea descabellada. En su historia universal Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano, el matemático, historiador y filósofo plantea que el progreso de la inteligencia humana será una guía para el desarrollo mental y social, por tanto, también la sociedad buscará su progreso continuo.

Este personaje importante en el Revolución francesa se inclinó por una visión optimista del futuro por lo que creyó que habría una sociedad que se convertiría en una comunidad universal equilibrada.

El “filósofo universal”, llamado así por Voltaire, pronosticó el crecimiento del movimiento feminista, el continuo e indefinido aumento en los años de vida, la inseminación artificial, el Seguro Social, el seguro de vida, la creación de una organización como hoy es las Naciones Unidas, etcétera.

Paleofuturo del siglo XIX

Jean-Marc Côtè imaginó el año 2000 con impactantes avances en transporte, como el vuelo de una sola persona, pues la locomoción era una de tantas obsesiones del siglo XIX.

Paseo por la calle en el año 2000. Postal de Jean Marc Côté publicada en 1899 para celebrar el fin de siglo.

Sus ilustraciones futuristas no son únicas –pues sus dibujos dieron pie a la búsqueda de otras imágenes e información sobre la idea del futuro, actividad que ahora se llama paleofuturo– pero dan cuenta de que en su tiempo el futuro se concibió solamente desde el presente.

Según la imaginación de este ilustrador francés, la ciencia daría pasos agigantados en la tecnología mecánica para facilitar la vida cotidiana del hombre, sea en las tareas domésticas o en el entretenimiento. Además, los aparatos mecánicos harían que una sola persona pudiera asumir las tareas que usualmente necesitaba más mano de obra.

De cierto modo, la tecnología de hoy en día ya hace eso, sin embargo, la idea de futuro del siglo XIX se centraba en la dominación del hombre sobre la tierra y en su aspiración de regir en los cielos, sea con alas mecánicas, zepelíns individuales o rascacielos, creciendo como hongos, por todo el mundo.

El siglo del futuro

El siglo XX es el siglo del futuro ya que fue la explosión de la idea de que el futuro no es un sitio al que se llega sino que se construye.

Como el cielo dejó de ser el límite ahora el hombre debía conquistar el espacio y jugar a ser un dios, sea en la simulación de vida (robots, inteligencia artificial) o en el descubrimiento de su origen (ADN, clones, bacterias, partículas, entre otros ejemplos).

Si se tenía una idea, en nombre de la ciencia, el progreso, la innovación y, por supuesto, el futuro, había que realizarla. Con el tiempo se contemplaron las responsabilidades y consecuencias inmediatas y a futuro. También entraron en juego más participantes en la construcción del futuro. No sólo estaba en manos de las ciencias exactas y la sociedad, además estaban involucrados los gobiernos, instituciones, ciencias sociales y otras ramas del conocimiento.

Con ello, la humanidad ya no tuvo una sola visión positiva, había muchas predicciones válidas sobre el futuro y no todas eran alentadoras (Reloj del Apocalipsis).

Futurología, el futuro que queremos

Ya entrado el siglo XXI, la idea de futuro ha avanzado de tal modo que ya no se busca predecir el futuro sino que se busca realizar el mejor futuro posible.

La futurología o la ciencia del futurismo utiliza los hechos históricos, el método y conocimiento científico; los valores y la imaginación para crear imágenes que puedan ocurrir en el futuro, a decir del futurólogo Edward Cornish.

Esta ciencia social pone el ojo en las tendencias y no en los eventos. De hecho, hay seis mega tendencias por las que el futuro puede consolidarse:

Progreso tecnológico

Desarrollo económico

Mejoramiento de la salud

Aumento en la movilidad

Deterioro ambiental

Pérdida de la cultura tradicional

Ahora, el futuro se construye con base en lo que podría venir.