En medio de una crisis sanitaria mundial por la presencia del COVID-19 decidí ir a hacerme la prueba para saber si era o no portadora.

Y es que tras semanas de escuchar noticias diarias sobre casos sospechosos y muertes a causa del coronavirus, el pánico, un continuo malestar respiratorio y dolor de cabeza, me hicieron tomar la decisión de acudir a una de las clínicas de la Ciudad de México que realiza estas pruebas.

No necesité receta médica, alguna observación por algún doctor ni nada por el estilo, sólo me bastaron tener 4 mil pesos para poder acceder a este análisis.

Me dirigí a Médica Sur en la alcaldía Tlalpan, para poder realizarme los estudios que pueden sacarme de la duda si soy o no portadora de coronavirus.

La prueba 

La torre dos de Médica Sur tiene un puesto llamado “Unidad de la validación de emergencia respiratorias”, en el cual un equipo de sanidad espera a los ansiosos que demandan una prueba.

Al llegar te piden que te mantengas al menos un metro de distancia de cada persona que se encuentra ahí ya sea un policía, un paciente, una enfermera, un doctor o cualquier persona que esté pasando, esto para evitar el esparcimiento del virus.

Bandas en el piso con una notable separación entre cada una de ellas es la delimitación que cada cliente debe seguir antes de poder accesar al primer módulo.

Esperé menos de 30 minutos, pasé al primer puesto en el cual recibieron mi pago, recabaron mis datos fiscales, datos personales y me pidieron un correo electrónico  para hacerme llegar en un tiempo de 72 horas los resultados de los estudios.

¿Cómo fue?

Una vez que realizas el pago te inviten a esperar afuera de los cuartos especializados en donde se realizan las pruebas ya que pronto te llaman para hacer el siguiente en la lista.

Sentada y aislada de toda la gente tuve que esperar 10 minutos antes de que me llamaran, al entrar pude observar sólo una silla, un bote rojo con la leyenda “peligro”, una mesa de madera y sobre ella una canasta de plástico que contenía los materiales para la prueba.

“Te muestro el equipo que está completamente sellado y que será ocupado para los análisis”, me indicó la enfermera que estaba cubierta de pies a cabeza y portaba una máscara de plástico transparente.

Se trató de dos hisopos de al menos 10 cm y un frasco con mi nombre. 

El primero de ellos fue introducido a mis fosas nasales para tomar las muestras de mucosidad que se requiere, sin embargo, es una sensación poco agradable ya que te deja un rastro de ardor pues los artefactos de algodón son introducidos lo más profundo que se puede.

Dentro de tus fosas nasales mueven los hisopos como si se tratara de un agitador de café que espera que pronto se disuelva el azúcar.

Luego de sacarme algunas lágrimas, el segundo hisopo fue introducido en mi garganta el cual sólo acarició mis cuerdas vocales. 

Los artefactos fueron metidos en el frasco con mi nombre y me fueron mostrados para que fuera testigo de ello.

Posteriormente sólo se me invitó a lavarme las manos y salir del lugar, tras de mí le enfermera se cambió los guantes y desinfectó el lugar en donde yo me había sentado. 

Finalmente con una sensación de incomodidad en las fosas nasales, el cual me duró al menos seis horas, empezó la cuenta regresiva para esperar los resultados.

Sigo en la espera…