La vida me arrojó a Oregon. La casualidad que estaba esperando me trajo a un pequeño pueblo del sur del estado lleno de los cuatro elementos. Sus magnificentes montañas, sus ríos kilométricos, sus incendios forestales que me aterran y su viento que refresca el intenso verano me cobijaron de una forma totalmente inesperada.
El primer mes fue bastante difícil. Me costó mucho trabajo acoplarme a un lugar donde mi color de piel y acento importan. En donde hay personas armadas en el supermercado, con playeras con la bandera de la Confederación, una gorra de Make America Great Again y conducen una camioneta con las llantas tan grandes como si quisieran compensar algo y las decoran con stickers con las siglas LGBT (Liberty, Gun, Beer and Trump); y en el mismo lugar también están otras personas blancas, con rastas hasta las rodillas, con playeras de Black Lives Matter, oliendo a mariguana y sudor y manejan una minivan que también es su casa. Además se conjugó con una rutina laboral totalmente distinta; extrañar a mi familia, mis amigos, mis perros, mi departamento y hasta mi auto. Tuve que andar en bici más de un mes para transportarme. En la ciudad de México lo hacía todo el tiempo, pero no tenía que bajar y subir montañas literalmente a diario. Fue agotador.
Viví durante ese primer mes en un mini-departamento sin cocina. Alimentarme era toda una odisea. Tuve que comer proteína en polvo y en barras para tener suficiente energía y fuerza para mantenerme parada durante siete horas al día, sin poder sentarme para nada, y luego andar en bici durante más de una hora subiendo y bajando montañas. No me dejaban cocinar nada dentro del departamento. Así que la terraza con una vista de postal en medio de un suburbio de clase media alta se convirtió en mi cocina improvisada. Los vecinos tenían asadores sofisticados, mientras que Ryan, mi pareja, y yo nos reíamos cocinando pollo y carne en una parrilla eléctrica sobre una caja detenida con cuatro botes de pintura.
La intensidad de ese mes se llenó también de gratos momentos. Al bajar las montañas sentía el frío de la mañana, hinchando mis pulmones. Expandiéndolos. Mis piernas crecieron. Nunca han estado tan fuertes. Logré conectar con mi cuerpo de una forma integral. Sentí su fortaleza. La vista del río desde el puente, los atardeceres multicolores, la luna acompañando mi pedaleo. Mi familia y amigos echándome porras y apoyándome con sus llamadas larguísimas llenas de saliva, lágrimas y buenos deseos. Ryan y yo nos unimos más que nunca. Sólo teníamos un colchón inflable, un mini refrigerador y un par de mochilas, pero teníamos el corazón lleno.
No sabemos todavía las razones reales pero la casera que vive sola con cuatro perros nos echó bajo el pretexto de que en su casa con cinco habitaciones, dos salas, cuatro terrazas se sentía invadida por nosotros que habitábamos el estudio de su sótano. Faltaba dos días para tener que salir de ese lugar. No sabíamos a dónde ir, pensamos en muchísimas opciones: vivir en un AirBnB, un motel, cambiarnos de ciudad, regresar a México; sin embargo, una casa rodante seminueva y abandonada por meses en la propiedad de una compañera de trabajo de Ryan se convirtió en nuestro hogar.
Cómo es vivir en un RV
Una casa rodante te enseña que no necesitas tantas cosas en tu vida. Te regresa a lo básico. Cama, estufa, refrigerador, baño, mesa, sillones-sillas, pequeños espacios para guardar y aire acondicionado, es todo. No puedes almacenar ni mucha comida, ni mucha ropa. Vivir día a día. Poco a poco.
Te muestra lo importante que es elegir bien a tu compañero. ¿Con quién podrías vivir en un lugar de 20 metros cuadrados? Donde seguramente lo vas a escuchar cagar y muy probablemente tú estés cocinando al mismo tiempo.
Vivir en una casa rodante te obliga a hablar inmediatamente tus diferencias. No puedes esconderte. El otro no puede dormir en el sillón o en la habitación contigua. No. Tienes que enfrentar tus problemas. Tienen que llegar a acuerdos porque deben dormir en la misma cama y de preferencia lo más juntos posibles.
Nuestro baño.
Nuestro RV está dentro de una propiedad enclavada en medio del bosque. Al abrir la puerta lo primero que vemos son los pinos gigantes y el cielo radiante y azul. El canto de los pájaros es el sonido más fuerte que se escucha. Los vecinos que más nos saludan son los venados o los perritos que corren libremente por el pasto.
En el día, entre los árboles hay la luz dorada del sol que ilumina el pasto amarillo y verde. Me maravilla las diferentes hojas que me recuerdan a pinceladas impresionistas. Las ramas y los troncos me hacen apreciar la fuerza de la naturaleza. La unicidad del mundo se refleja en estos árboles.
Por las mañanas al tomar mi té me gusta contemplar el paisaje por varios minutos. A veces no pienso en nada, sólo observo las tonalidades y los contrastes. Esa tranquilidad y paz me hacen apreciar más la vida. El sol también me ilumina a mí. Miro mi piel, mis poros, mis pequeños vellos, mis venas, lunares y manchas. Siento que pertenezco. Soy parte del todo. Estoy a casi nada de desnudarme y abrazar árboles.
Soy una persona que prefiere el día. Me gusta ver con claridad lo que está frente a mí. La oscuridad de la noche me impone. Me hace sentir insegura y pequeña. Las noches aquí son realmente oscuras. Los ruidos cambian. Me parecen extraños. Me reconforma buscar la luz en las estrellas que brillan con intensidad. El clima es perfecto por la noche. Fresco y cálido al mismo tiempo.
Un RV tiene tan poco espacio que te obliga a salir al exterior. Ryan y yo acondicionamos un pequeño espacio justo afuera. Una mesa de jardín que encontramos entre las cosas de la vecina, unas sillas plegables que también sirven para sentarnos en el río, un ventilador y una carpa para cubrirnos, pasamos tiempo aquí tanto por las mañanas como por las noches.
Este lugar me sirve para escribir, desayunar y leer por las mañanas. Ryan es nocturno, al llegar del trabajo se siente a fumar, beber una cerveza y leer. Yo casi siempre voy adentro. Me da un poco de envidia. Él en medio del bosque tranquilo y yo adentro pensando que en cualquier momento un puma va a atacarlo. Recién me di cuenta que esa es la forma en que ambos tenemos nuestro espacio personal.
En las mañanas casi siempre yo estoy afuera. No me importa que estemos a 35 grados. Me encanta sentir el sudor recorriéndome la piel. Me inspira toda esa luz y los colores. Almuerzo, intento escribir, leer, contemplar y hasta a veces tengo mis confrontaciones conmigo misma sobre lo que quiero y necesito. Ryan sólo sale a tomar su café y fumar su cigarro matutino. Después va adentro. Lee acostado en la cama con el aire acondicionado. Come en el pequeñito comedor. Luego salimos hacia el mundo que te obliga a trabajar.
En Estados Unidos hay cientos de RV Parks, espacios que proveen de agua, luz, drenaje y hasta internet o gas. Los RV Parks son colonias que reflejan también la desigualdad social en la que vivimos. Hay unos sofisticados y costosos con vista hacia el río que sirven para los viajeros retirados con sus casas rodantes más grandes que los nuevos departamentos que están construyendo en el “Nuevo Polanco”. Mientras que otros están sobre las autopistas; en un RV vive una familia totalmente hacinada y al lado los vecinos usan su casa rodante como motel. La metanfetamina es la droga favorita de la mayoría y los niños son padres de otros niños.
Luego están también los que decidieron vivir en un RV y convertirlo en su hogar ante la precariedad, como una forma de resistir al mercado de la vivienda. Y que en esa lucha descubrieron la facilidad de llevarlo todo consigo mismo a cualquier parte. Les llaman nómadas en ruedas. No es fácil. No es sólo de personas jóvenes y hippies. No. También son personas de edades avanzadas. Personas de más de 60 años que experimentan lo intenso de vivir en el camino. Por favor, vean la magnífica película Nomadland (2020) con la chingona de Frances McDormand y dirigida por Chloé Zhao.
Para ser residente del sur de Oregon necesitas tener al menos un RV, una camioneta, un jardín y un arma. Ganas puntos extras si tienes perros, una lancha, la bandera del Estado y más de uno de los elementos antes mencionados. Nunca había visto tantas casas rodantes en mi vida. En una calle hay varios RV estacionados en los jardines. Vivir en una casa rodante me hace sentir que pertenezco y que no importa el tamaño del espacio siempre puedes construir un hogar con la persona adecuada.
Casa rodante que no rueda y la importancia de cagar.
Cagar es fundamental. Somos seres vivos, necesitamos desechar lo que no nos sirve. Los RV son sobre todo para moverse, para viajar, para tomar vacaciones en el bosque con todas las comodidades posibles. Un gran invento de los gringos que aman el camping pero siempre dominando todo a su alrededor, eso incluye por supuesto, la naturaleza.
Sin embargo, cuando un RV es usado como sustito de una casa tiene sus grandes inconvenientes. Uno de los más importantes es que el tanque que almacena la mierda se llena rápidamente.
Cuando llegamos a vivir al RV el tanque no había sido limpiado en meses. El olor fétido era intenso. Tratamos de conectar con muchas compañías de limpieza. Ninguna iba a domicilio. Todas querían que lleváramos el RV a sus instalaciones para ser vaciado.
Vivimos en una casa rodante que no rueda. Nuestro RV tiene candados, no puede ser movido. El dueño se llevó las llaves a Georgia y tampoco teníamos una camioneta suficientemente potente para poder arrastrarlo. Tuvimos que esperar por dos semanas para su limpieza. Pusimos velas, aromatizantes, cloro, pinol, todo lo que encontramos para atenuar el olor. Lo conseguimos. Pero no podíamos usar todavía el baño.
Al despertar lo primero que uno hace sin es una persona con un metabolismo promedio es orinar y cagar. A mí me encanta cagar y después bañarme. Es una de mis rutinas diarias. Para cagar necesitábamos ir a la casa de la vecina y dueña de la propiedad. La casa está a unos 40 metros pero era incómodo tener que hacerlo en un lugar que no es tuyo. Aparte si tenías ganas de ir por la noche o demasiado temprano era todavía más incómodo tanto para ellos como para nosotros.
Durante estos dos meses viviendo en el RV nos hemos quedado varias veces sin poder utilizar el excusado por culpa de las compañías sépticas. Afortunadamente ya encontramos una compañía nueva que es puntual y su camión tiene imágenes de caricaturas de caca. Toda esa experiencia me hizo agradecer infinitamente poder cagar en un baño limpio y reconocer la importancia de defecar para mi cuerpo. Antes sólo lo daba por sentado.
Parece chiste pero es anécdota
Mi mayor miedo era enfermarme de diarrea y que el baño no funcionara. Tendría que cruzar la propiedad en la noche, incomodar a mi vecina y casera y todo lo que conlleva. Y sucedió. El tanque se llenó antes de lo provisto y la compañía no vino a tiempo a limpiarlo. La vecina y dueña de la propiedad se contagió de una enfermedad en la piel altamente contagiosa. Yo no quería ir a su baño pero de los nervios por no poder cagar e imaginar que me podía haberme contagiado, porque fui con ella al río unos días antes y manejé su auto en traje de baño, me enfermé del estómago. No, no me contagié. Pero la hipocondría me pegó duró y me solté del estómago.
Ryan se puso a cavar un hoyo en el bosque para que pudiera ir al baño, pero era de noche y la tierra tenía muchas piedras. Luego pensamos que si necesitaba ir al baño podía hacerlo en una cubeta con una bolsa de plástico gruesa. No, no me atreví. Se nos ocurrió ir a dormir a un motel. Tampoco fuimos. Al final sólo fui un par de veces más a la casa, acompañada de cloro, guantes, desinfectante, pinol y todo lo que encontré. Respiré. Me tranquilicé. Regresé al RV y me quedé dormida. Al día siguiente ya no tenía nada. Un par de días después los de la limpieza séptica vinieron. No saben la alegría que tuve al poder cagar en un baño limpio sin creer que me iba a contagiar de una enfermedad en la piel.
Estoy terminando de escribir este texto por la noche. Estoy afuera, venciendo mi miedo a la oscuridad. Ryan está a mi lado, lee, bebe cerveza y fuma. Cedar, la perrita de la vecina, está recostada jadeando en el pasto observándome. Pienso en mis perros, quiero que estén aquí también. Le doy un sorbo a mi margarita, en la lata tiene la imagen de un chihuahua. He terminado la cena que Ryan preparó para ambos. Los grillos se escuchan muy fuerte. No hay estrellas. Es un día nublado y caluroso debido a múltiples incendios forestales alrededor que no logran controlar pese a que llevan meses. Agradezco estar aquí viviendo en un RV. Me gusta tener una vida sencilla.