Me colocaron en una silla, me amarraron las piernas. Una enfermera sostuvo mis manos, mientras que una otorrinolaringóloga introdujo unas pinzas para tratar de reacomodar mi nariz rota. No pude ni siquiera gritar y casi me desmayo de dolor. El reacomodo temporal supuestamente evitaría que me hicieran una cirugía. El acto de tortura lo acepté porque tenía miedo de ir al quirofano, después de que una desconocida me golpeara afuera de la preparatoria en Tula, Hidalgo.

Traje durante meses un derrame en el ojo izquierdo, ambos ojos morados, una férula en la nariz. Tuvieron que reacomodarme los brackets en mis dientes. Todo el proceso ha sido el evento físico más doloroso que he tenido en mi vida. Incluso ahora sufro las consecuencias de ese acto de violencia, mi nariz tiene una desviación y en algún punto tendré que hacer lo que evité a los 16 años de edad, operarme la nariz.

Yolanda Torres Ángeles es el nombre de esa adolescente de 15 años que me golpeó. Conocí su nombre en el Ministerio Público. El día que me golpeó fue la primera vez que la vi. Nunca realmente supe el motivo de por qué me agredió de esa forma. Cuando estaba compareciendo ni siquiera ella sabía bien mi nombre. El agente del MP le preguntó el porqué me había agredido, agregando en tono jocoso y bastante fuera de lugar un “¿te bajó el novio?”. Ella contestó que me golpeó “porque yo me creía mucho”. 

Todos quedamos en shock. Fue declarada culpable de delito básico de lesiones. Esa agresión tiene una pena de al menos seis meses en la cárcel, pero como era menor de edad sólo tendría que ir a visitas a la corte cada semana y firmar. El juez y los abogados sugirieron que además hubiera un pago por los gastos médicos. Y le instaron a tomar terapia psicológica.

Su mamá quiso hablar con nosotros y nuestra abogada para solicitar un pago menor al acordado, porque no tenían dinero. Mi familia aceptó después de que ella pidió una disculpa. Le preguntamos si alguien le había pagado para golpearme. Era una duda legítima porque toda la situación parecía bastante extraña. Aparte de que en todo el proceso dos chicas que sí me conocían, que estudié con ellas y sobre todo una fue mi mejor amiga en la secundaria, estuvieron presentes cuando ella fue a buscarme a mi salón para amenazarme. Después fueron al lugar donde me agredió para atestiguar la paliza como si fuera un espectáculo. Hicieron rifas para ayudarle a recaudar dinero. Durante un tiempo compartí el transporte que nos llevaba de nuestro pueblo natal a la preparatoria y durante ese tiempo fui víctima de hostigamiento verbal de ambas.

Años después, ya de adultas, la chica que fue mi mejor amiga en la secundaria y de la que yo sospechaba me pidió disculpas por lo que pasó. Me dijo que ella no le pagó, pero que sabía que me iba a golpear y fue a ver como lo hacía. Acepté sus disculpas. Las sentí sinceras, sobre todo por la relación que en un momento tuvimos, que fue muy especial para mí. Yo sí creo que la gente cambia cuando quiere cambiar. Que nos podemos sentir arrepentidos de los adolescentes que fuimos y todos merecemos una oportunidad. No volvimos a hacer amigas, ni mucho menos. Pero tenemos una relación cordial como las que tienen los “amigos” en redes digitales.

Revictimización

Mientras que la otra que estuvo involucrada el día de ayer, después de 20 años de lo sucedido, volvió a violentarme en redes sociales y revictimizarme, su nombre es Luz Adriana Méndez Martínez.

No tengo una relación con ella. No la sigo en ninguna red social.  Ella no me sigue formalmente. Antes cuando usaba Twitter, ella sí me seguía. No entiendo para qué o por qué. Desde hace unos meses había notado que veía mis historias de Instagram. No le di la menor importancia porque ni siquiera la tenía presente. Hace años, cuando vivía todavía en la Ciudad de México, la vi afuera de mi oficina un par de veces, pero siempre creí que era coincidencia.

El día viernes 30 de junio yo publiqué una historia en mis redes sociales, siguiendo un juego de “10 cosas random de ti”. Conté que en la preparatoria una desconocida me había golpeado y roto la nariz. Ella respondió a la historia. Utilizando una mentira para justificar la violencia física que recibí.

“Lo de la golpiza en la prepa fue así como gratuito. Te pegaron porque fuiste súper culera con una persona, te burlaste porque estaba gordita y morena y por eso te pegó su hermana. Y además te pagaron la cirugía de nariz, como consecuencias de la pelea. No digas mamadas”.

Me indigné muchísimo. Me revictimizó. Me violentó. Me acosó. Mintió. No hay ningún registro, incluso en los documentos legales que Yolanda, la agresora física, dijera que yo me había burlado de su hermana y por eso me golpeó. Porque no pasó. Luego trató de usar esa mentira para justificar una violencia física que me provocó daños graves, es decir, me revictimizó. Ninguna, ninguna persona merece ningún tipo de violencia física bajo ningún motivo. Ninguna.

Luego menciona el pago económico como si yo hubiera obtenido un premio por ser golpeada. Hubo un pago que ni siquiera cubrió realmente los costos que mi familia gastó. “No digas mamadas”, es un comentario que pretende minimizar una experiencia traumática y dolorosa que experimenté.

Yo le envié un mensaje de regreso que en resumen dice prácticamente que ojalá encuentre ayuda psicológica y reafirmándole esto que estoy escribiendo aquí de cómo me revictimizó. 

El último mensaje que me mandó hasta antes de publicar esto fue “No me iba a contar otra vez la historia de cómo eras, Que todos ya sabíamos. Por favor (sic)”.

Es decir, no paró. Pese a que le hice saber cómo me sentí con su comentario, la forma en cómo me está revictimización. Un amigo me envió un pantallazo de su Twitter, ella escribió: “Me acaban de denunciar de bullying. Me exhiben en redes sociales… desmentir o mejor no pelear”. 

Realmente me causa preocupación que no se de cuenta de lo que está haciendo justificando una agresión así, burlándose y acosando.

Publiqué las historias de las respuestas en mi redes sociales y recibí varios mensajes de personas en común y también otras historias de chicas contándome, sus propias experiencias violentas durante esa etapa de su vida.

Hay otros comportamientos violentos que dos de mis ex novios de la preparatoria, que ahora son mis amigos, me compartieron sobre ella. No me corresponde a mí contarlos pero me parecen graves y ojalá pueda recibir ayuda terapéutica.

La revictimización es un problema serio. Causa un malestar emocional grave. Aparte de que reactiva el trauma. Hoy escribo esto, esperando que la agresora lo reconsidere y me pida una disculpa y que en el futuro no vuelva a acosar ni agredir a alguien de esta forma.