En el mundo socio-digital que habitamos la cacofonía psicológica abunda por todas partes. Entre millones de coaching de vida, psicólogos basados en terapias sin evidencia científica y comunicadores de bienestar, mindfulness se ha vendido como la panacea.

Incluso leo a profesionistas que respeto y admiro muchísimo, como la periodista Leila Guerriero, comunicando ideas desacertadas acerca de mindfulness y meditar, poniéndolas al mismo nivel que la autoayuda más básica. Sin entender que el mindfulness no se trata de eliminar el dolor de nuestras vidas, tampoco de encontrarle un sentido positivo a todo y la meditación no es poner la mente en blanco y dejar de pensar. 

El concepto en español de mindfulness es atención plena, en lo particular prefiero este término porque justamente en su nombre describe de lo que se trata. Mindfulness es una técnica que consiste en observar tus pensamientos, emociones, sensaciones físicas con curiosidad y apertura. Es una herramienta para gestionar tu atención.

Lamentablemente, bajo la industria de la felicidad que ahora pone como una obligación la inhumana necesidad de ser feliz o al menos parecerlo todo el tiempo, el mindfulness es vendido como esa herramienta mágica para lograrlo. Muchas personas se acercan a la atención plena creyendo que se trata de relajarse o que si lo hacen se sentirán más tranquilas y felices. Es decir, como si fuera más una “coping skill”, una habilidad de afrontamiento para salir de la incomodidad que produce las experiencia emocionales y el caos humano, que como un ejercicio para fortalecer y aprender a gestionar la atención.

Me gusta la metáfora de imaginar mindfulness como ejercicio de fuerza. Porque justamente es un entrenamiento que tiene mejores resultados si lo practicas todos los días y vas aumentando el tiempo que le dedicas. Cuando vas el primer día al gimnasio, no vas a ir directo a cargar 100 kilos, porque lo más probable es que ni siquiera toleres esa cantidad. Vas a comenzar con el menor peso y poco a poco lo irás incrementando. Si te mantienes haciéndolo irás viendo como tu condición mejora, tendrás más fuerza, probablemente menos dolores en algunas partes de tu cuerpo y te sentirás mejor a la larga.

Lo mismo sucede con mindfulness. Si lo ves como un ejercicio de entrenamiento de tu atención, el primer día vas a distraerte muchísimo, vendrán a ti pensamientos de todo tipo. Te sentirás incómodo. Es muy común que las personas se pregunten si lo están haciendo bien. Casi siempre sus pensamientos les dirán que no, que porque no se sienten más relajadas, ni están dejando de pensar. Por el contrario, habrá una resistencia, así como tus músculos al principio se resisten al entrenamiento de fuerza, tu mente también lo hará.

Si nunca has practicado la atención plena es normal que te sientas abrumado. Si alguna vez has corrido, ido a un gimnasio o iniciado cualquier ejercicio, sabes que las primeras veces son las más difíciles. Sin embargo, así como en el ejercicio físico si quieres ver resultados, y no me refiero a cambios estéticos, más bien a funcionales, mejorar tu condición, tener más fuerza, mayor flexibilidad, mayor rango de movimiento, etc. En mindfulness también tendrás que ir incrementando el tiempo que le dedicas para poder tener una mejoría en determinados aspectos de tu vida.

Hay estudios empíricos sobre la práctica de mindfulness, es cierto, sí ayuda a tener una mejor calidad de vida, pero de la misma forma que el ejercicio físico ayuda a la salud en general. No es la solución para todo. Requiere práctica y tampoco elimina el dolor y el sufrimiento de nuestras vidas por completo. Todas las personas tendrán momentos tensos, displacenteros, el sufrimiento es parte de la vida humana. Los contextos en los que vivimos impactan directamente en nuestra calidad de vida. Estamos expuestos constantemente a guerras, traiciones, presiones económicas y sociales, enfermedades, muertes y pérdidas de todo tipo.

Mindfulness puede ser una ayuda porque te permite ejercitar tu atención. Por ejemplo, en personas con ansiedad o depresión, puede ser una herramienta importante para gestionar y redirigir su atención a lo que verdaderamente es importante para esa persona, pese a que existan pensamientos catastróficos o rumiantes, emociones y sensaciones físicas displacenteras.

Muchas personas creen que practicar mindfulness es sólo cuando estás estresado o ansioso, pero realmente es un ejercicio que puedes practicarlo en cualquier momento del día y por la cantidad de tiempo que tú quieras, porque no se trata de verlo como sólo para bajar la intensidad de un pensamiento. Si no como una práctica.

Por ejemplo, mis momentos favoritos para practicar mi atención plena es cuando estoy tomando el té de la mañana, comiendo un postre, bañándome, estirándome después de hacer ejercicio o caminando por el bosque. Hay una idea errónea de que necesariamente tienes que cerrar los ojos y sentir tu respiración, probablemente cuando empiezas es la forma más sencilla de practicar, pero a la larga puedes implementarla en otros momentos de tu día a día.

Recomendaciones

Busca un lugar donde te sientas cómodo y busca una posición que mejor se adapte para ti. Pon una alarma de 5 minutos.

Cierra los ojos y comienzo sintiendo tu respiración. No trates de cambiar tu respiración. Por una más profunda o más lenta. Probablemente falles en eso también e inmediatamente al querer sentir tu respiración, respires más profundo. No te preocupes, es parte del proceso. Sólo nótalo. 

Mientras sigues poniendo atención a tu respiración. Observa esos pensamientos que aparecen. “Esto no funciona”. “¿Lo estoy haciendo bien?” “¿Apagué la estufa?” “¡Debería de estar lavando los trastes!”. Nota esos pensamientos. Ahora regresa tu atención a respirar.

Y todo comienza otra vez.

*Trata de no pelear con esos pensamientos que aparecen, aunque probablemente pelees. Está bien. Recuerda que estás practicando. Nunca vas a controlar por completo tu mente o tu atención. Pero puedes gestionarla y redireccionarla con paciencia y autocompasión.

Notas

Columna “Meditación” de Leila Guerriero

Columna “El mal” de Leila Guerriero

Fuentes

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Simon V. (2006). Mindfulness y neurobiología. Revista de Psicoterapia. 17 (66-67):5-30.

Sarmiento M, Gómez A. (2013). Mindfulness: Una propuesta de aplicación en rehabilitación neuropsicológica. Av Piscol Clin Latinonot.; 31 (1): 140-55.

Kabat-ZinnJ. (2003). Mindfulness-based intervention in context: Past, present and future. Clin Psychol Sci Pract.; 10:144-56.

Siegel D, Germer C, Olendzki A. (2009). Mindfulness: What is it? Where did it come from? En: Didonna F. Clinical Handbook of Mindfulness. New York: Springer;. p. 17-37.