Las emociones no son negativas ni positivas, solo son. Sirven para movernos. La pelea contra nuestras emociones por evitarlas está destinada al fracaso. Tenemos que aprender a observarlas, sentirlas y aceptarlas. Después encaminarnos a la acción.

Hay rabia dentro de mí. Me irritan las injusticias. Me enoja la desigualdad. Me frustra que las mujeres tengamos que vivir constantemente violencias físicas, psicológicas y sociales. Me emperra que haya hombres acosando sexualmente y laboralmente y sean ellos los que se queden en los puestos de trabajo, mientras las mujeres tienen que salir a las garras del desempleo. Me encabrona la violencia de género.


Me tomó varios meses darme cuenta que la pelea no era contra mi rabia, mi enojo o frustración. Mis emociones no son el problema. Mis emociones son válidas. Yo no tengo un problema por sentirlas. La rabia, el enojo, la frustración necesariamente van a aparecer para decirme que me importa la igualdad, la equidad, la libertad y la independencia, que son valores importantes para mí. Son valores que quiero que este mundo tenga y yo quiero contribuir desde mi pequeña trinchera a que las personas los tengan.


Hay mensajes allá afuera totalmente confusos acerca de ramas de la psicología o perspectivas donde lo importante es encontrar felicidad y que las emociones no nos afecten. A mí me parecen charlatanerías basadas en ideas inhumanas. Somos humanos, sentimos. A veces sentimos emociones más placenteras, otras son mucho más incómodas. El enojo, por ejemplo, yo lo siento en el pecho y en el estómago. Mi pecho crece y mis tripas se retuercen. Entonces, respiro y observo. Se siente culero, como diríamos los mexicanos. Sin duda no es agradable. Pero me quedo ahí mirándolo, sintiéndolo, después de un rato acepto sentirme encabronada. Muchas veces no lucho contra mi emoción, otras veces sí porque soy humana y se siente incómodo. Mi evitación experiencial aparece a saludarme.


Luego viene el por qué y después lo más importante para qué me siento enojada. ¿Qué necesito cambiar? ¿Puedo cambiarlo? ¿Cómo? Hay enojos que me doy cuenta que en ese momento no puedo hacer nada para cambiarlo. Otros donde claramente puedo hacer algo para cambiarlo. Lo que puedo cambiar emprendo acciones concretas, lo que no lo observo. Lo escribo. Lo saco con palabras malsonantes, con subrayados, rayo las hojas.


El enojo cumplió su función, disminuye. Mientras me ha dejado mensajes importantes. Las emociones son pasajeras. Se mantienen con la lucha o con la evitación. Otras veces habrá una mezcla de emociones displacenteras que se mantendrán por mucho más tiempo o aparecerán en esos momentos de injusticia social. Si no hubiera aprendido a gestionar y aceptar mis emociones estaría diario enojada. Trabajo en una organización que acompaña a mujeres sobrevivientes de violencia doméstica, abuso y acoso sexual.


La ira, el enojo, la frustración me mostraron el camino. Me di cuenta que quería trabajar justamente en algo relacionado con ello porque los derechos humanos más esenciales como la libertad, la justicia, la independencia o la autonomía muchas mujeres no los tienen. Así que encamine todas esas emociones displacenteras y estoy construyendo un camino donde irónicamente cada vez me siento menos enojada. Por el contrario, hasta podría decir que tengo muchos más momentos de felicidad, alegría, paz y tranquilidad.

Obviamente hay muchísima frustración, que también estoy aprendiendo a tolerar. No hay otra. El mundo no es como queremos. No se basa en nuestras expectativas. La frustración no se quita, sólo se tolera.


Habrá días donde no me sienta bien. Días difíciles, gracias patriarcado y capitalismo. Y a la vez también donde uno siga haciendo lo que es importante para cada uno y de alguna forma el malestar no es el foco.

Sin la rabia el feminismo no sería hoy uno de los movimientos sociales y políticos más importantes.