I dream about how it’s going to end 
Approaching me quickly 
Leaving a life of fear 
I only want my mind to be clear…

Silver chair – Suicidal dream

Vivimos en medio de la hostilidad de un mundo que nos arrebata a diario las esperanzas de alcanzar la felicidad como nos la han vendido. La dura normalidad apunta al abandono de nuestros más añorados sueños y aspiraciones, en pos de ser parte de los altos estándares de éxito, con un status económico estable y elevado, la belleza imperecedera y el permanente reconocimiento social.

Carecer de todo ello nos hace sentir pequeños e inútiles, nos causa sentimientos de falta de sentido y pertenencia, y nos ensimisma en una batalla contra nosotros mismos, al ser los elementos no funcionales del engranaje social.

Abandonar el mundo

El mensaje me llegó tarde. Era 4 de junio. Algunos conocidos habían intentado contactarme el día anterior. La noticia me dejó sin aliento. A más de un mes de su partida, aún me cuesta entender que jamás volveré a verlo. De cariño le decíamos Abi, tenía una inmensa sonrisa y un humor efervescente, una mirada aguda y la capacidad de hacerte reír a carcajadas a la menor provocación. Sin duda, Abi deja una ausencia irreparable en Toluca, el lugar que lo vio nacer y que en él encontró un apasionado antropólogo, ávido de conocer y divulgar la historia de sus tradiciones.

Apenas cinco días después, mientras iba en carretera, un nuevo mensaje proveniente de otras coordenadas me heló la sangre. Tras días del reporte de desaparición de un amigo, recibimos la noticia del hallazgo de un cuerpo con sus características. Deseaba con el corazón entero que no se tratara de él, sin embargo sabía que era casi imposible que no lo fuera, sus razgos reunidos en una sola persona lo hacían único.

Chimalli era un hombre de estatura media, piel blanquísima, mejillas con pecas y una barba pelirroja que contrastaba con su cabellera obscura. Se confirmó: Lo encontraron a él, el mismo miembro de nuestro extraño e intrépido clan de aventuras universitarias, de aquellos días en que fui estudiante de arqueología. Lo hallaron en medio de los valles de Tenango del Aire. Chimalli conoció la muerte abrigado por el cielo abierto que desde su infancia lo vio atravesar los campos en la búsqueda de impresionantes y ocultos vestigios de los antiguos pobladores de la región.

La depresión desde dentro

Escribo esto intentando conciliar mi sensación de extravío, alejada de la ciudad, en un autoexilio de mis propios pesares y miedos. A pesar de aún no lograr asimilar que jamás volveré a reír con ellos, y que aquellos espacios en los que coincidimos me enfrentarán al vacío de su ausencia, algo en mí me permite comprender lo que atravesaron, ya que yo misma, desde mis episodios de depresión grave, he experimentado la ideación suicida.

La primera vez que atendí mi depresión con un verdadero profesional, una pregunta fue tan contundente que prevalece como un descubrimiento en mi memoria:¿Desde cuándo te sientes así? Mi respuesta fue: Desde siempre. Fue impactante. No había reparado nunca que mi depresión estuviese presente desde la infancia.

Mientras más he indagado sobre este trastorno, más respuestas he encontrado, una de ellas ha sido que mi problema muy probablemente sea hereditario. Mi papá también sufría de esto, y en algún momento también llegó a desear dejar de vivir.

La depresión vista desde los síntomas

A nivel neuronal, los episodios de alta tensión emocional provocan que nuestro cerebro segrege grandes dosis de cortisol, la hormona del estrés, un neuroquímico que destruye las conexiones con los sistemas de recompensa, y que por tanto afecta a largo plazo la estructura cerebral, causando alteraciones del sueño, el apetito, la concentración, la memoria y el humor, entre otras funciones vitales, y que tienen el riesgo de volverse crónicas.

Los desajustes en nuestros sistemas de recompensa se pueden manifestar en anhedonia, que es la incapacidad de sentir placer ante experiencias que dan sentido a nuestras vidas. Muchos de nosotros también atravesamos por clinofilia, la tendencia de no querer despertar y por tanto de permanecer más tiempo del necesario dentro de la cama, por sentirnos incapaces de resolver nuestros problemas.

El Trastorno Depresivo Mayor (TDM) se siente como un enfurecido enjambre de pensamientos que laceran nuestra percepción en cada grito de reclamo contra nosotros mismos. Es un tormento que se vive en soledad y vergüenza. Es ahí donde la ideación suicida aparece.

A diferencia de otros trastornos, la Depresión Mayor se diferencia por su duración, la profundidad de sus síntomas y el riesgo de suicidio que conlleva. Para aquellas personas que lo padecen, el hondo sentimiento de desasosiego y tristeza puede acompañarlos no sólo por días o meses, sino por años, siendo un malestar que puede mantenerse presente durante toda una vida, y que, en la mayoría de las ocasiones, no es atendido. Este malestar está acompañado de una gran carga de culpa por no tener la capacidad de tomar buenas decisiones, y también por no saber afrontar “como todos” las dificultades de la vida.

Documental sobre suicidas del puente Golden Gate de San Francisco

 

El dolor silenciado

La Depresión Mayor muchas veces es imperceptible si quien lo padece no habla de ello. Personas como nosotros podemos ser observados por otros como sujetos que desbordan felicidad, aunque en la soledad se viva una historia muy distinta.

Está profundamente normalizado guardar silencio ante la minimización de la gravedad del problema, ya que en el ideario social se suele pensar que la depresión se trata de una tristeza común y pasajera, que no merece de atención médica o terapéutica. Se considera erróneamente que el salir de ella sólo depende de la voluntad de quien la atraviesa. Una voluntad por demás fracturada.

¿Dónde encontrar la salida?

No hay recetas para vivir, pero para aquellos que como yo, Chimalli o Abi, hemos vivido en carne propia el deseo de morir y los estragos de la depresión, es que quisiera compartir mi experiencia, no de haber superado este padecimiento, sino de aprender a relacionarme con él cuando llega.

Mi primera visita al psiquiatra fue cuando pensé seriamente en suicidarme, ya había seleccionado el lugar, la forma y casi hasta la fecha, pero afortunadamente no lo hice y decidí atender mi problema con el psiquiatra Rafael López, a quien conocí por su podcast Supracortical.

Me ha proporcionado herramientas terapéuticas para aprender a identificar pensamientos y comportamientos automáticos que pueden causarme graves problemas si reacciono inconscientemente a ellos.

Asimismo, he aprendido a través de él que lo único en lo que verdaderamente podemos aspirar a tener control es de nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones. Nada ni nadie además de esto, se encuentra dentro de nuestro auténtico alcance.

Como parte de su tratamiento, otro de los elementos fundamentales para restablecerme de aquel grave episodio fue la administración temporal de un antidepresivo, que, contrario a lo que la mayoría piensa sobre este tipo de medicamentos, no me dejó babeando o me provocó una adicción; muy por el contrario, puedo asegurar que, de no haber tenido esta herramienta, probablemente habría claudicado de vivir. Entre otras cosas, ese fármaco me ayudó a recobrar la tranquilidad, a recuperar el apetito y a concentrarme más en aquello que me reconectaba con la vida, como viajar, hacer ejercicio o realizar fotografías.

Recomendaciones

Si bien el costo de la atención psiquiátrica o terapéutica no suele ser accesible en nuestro país, Supracortical es un contenido abierto en Spotify, que me ha sido muy funcional en aquellos momentos en que no me ha sido posible costear una terapia. Entre otros contenidos sobre salud mental, recomiendo Adicta de Fabiola Campomanes y Fabiola Anaya y Semiología de la vida cotidiana del Dr. Alfonso Ruiz Soto y la Dra. Natalia Ruiz Otero.

Otra herramienta que he tenido la gran fortuna de encontrar es la meditación Vipassana, un instrumento de auto observación que opera desde percibir cómo se suscita el surgimiento de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones. Uno de sus principales fines es el desarrollo de la ecuanimidad como un ejercicio constante de mantenimiento del equilibrio mental ante situaciones adversas, desde la comprensión de que absolutamente todo aquello que existe, nuestras vidas, cuerpos, relaciones y el universo entero, se encuentra en permanente cambio, y que por tanto, aquello que nos causa sufrimiento, tiene un principio y también un final.

“El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”, Buda Siddhartha Gautama