Canadá es un destino exótico y una de las primeras opciones de los mexicanos para salir de tierras aztecas por primera vez; y mucho de esto se debe a la eliminación de VISA a los mexicanos. 

Conocer gente nueva y pasajes distintos a los acostumbrados siempre es excitante, así me pasó a mí. 

Salir de México por cuestiones de trabajo y llegar a una península que es considerada como una de las más caras del continente americano me resultó como un pastelillo colorido y perfectamente preparado que deseaba con todas mis ganas comer. 

Pero otro tema, aparte de su belleza natural y arquitectónica, llamaba mi atención… quería conocer gente nueva y establecida en la región. 

Las redes sociales que son por excelencia conocidas para hacer conexiones personales son Tinder y Facebook Dating, por lo que bajar estas aplicaciones me pareció una buena idea. 

El primer éxito fue escribir dentro de las cajas de información que era mexicana; la foto de mi cara color canela daba fe y legalidad de ello, por lo que rápidamente hubo varios interesados en “platicar” con la extranjera. 

La mayoría de los hombres rondaba entre los 29 y 35 años, casi todos realizaban un deporte extremo como rapel, hockey, esquí alpino o kayak. Las fotografías con sus mascotas eran imperdibles así como una foto en traje sastre o con una camisa campirana roja a cuadros mientras sostenían un hacha. 

Todos tenían un excelente ánimo y una iniciativa que, en muchas ocasiones, me incomodaba. 

Brandon, Bryan, Nate, Edward, Connor y Jared, por mencionar algunos, fueron los primeros en levantar la mano y preguntar de manera directa si de verdad era de México y cuál era mi profesión en aquel país. 

A veces mentía y otras no, pero no importaba que pues ellos siempre eran abiertos y estaban dispuestos a escuchar así como saber si la Ciudad era de mi agrado o si ellos podían mostrarme algo. 

Una vez que la plática fluía, los consejos de ir aquí o allá seguían, sin embargo, dar el siguiente paso de conocernos no sólo me aterraba a mi pues tal parece que a ellos también. 

La timidez era palpable cuando una de estas citas se agendaba pues al encontrarnos en persona su apabullante iniciativa se veía opacado por la timidez. 

Un beso en la mejilla y un gesto cabelloroso de dar la silla era como de ley. 

Cervezas fluían y la timidez desaparecía, sin embargo, el intento de hablar en español era algo que ellos creían un halago y que de una u otra manera tenían que hacer. 

Aunque nunca se dijo abiertamente, los vancouverenses, lejos de buscar sexo buscaban compañía. Un aro de soledad siempre se reflejaba en su forma de hablar y relacionase con los demás. 

Llegar a un encuentro íntimo no era el objetivo para ellos, su ánimo de platicar y conocer gente era un grito desesperado de entablar una relación duradera, pues pese a que es una metrópoli llena de actividades, los jóvenes se ven obligados a trabajar más de 10 horas seguidas debido al encarecimiento de la vida cotidiana. 

Las fotos con mascotas empezaban a tener sentido, la falta de gente cercana como amigos o noviazgos era casi nula. 

Besos de despedida un tanto incómodos y una pregunta qué evitaba a toda costa siempre llegan al final de la velada… 

¿Me daría tu whats? 

Sólo dos fueron las personas a las que les di mi número personal y ambas cuentan ansiosos su día a día así como una promesa de llegar algún día a México.